Es obvio que, después de todo lo expuesto en posts anteriores, si se ha entendido bien y si se ha integrado bien, se necesita un cambio ya no para avanzar sino para enterrar el sufrimiento y simplemente ser felices de verdad.
Siempre se nos ha dicho, y es cierto, que todo está sujeto a
cambios, todo es dinámico y está en movimiento, pero si observamos bien y con
atención,nos daremos cuenta de que todos los cambios que ha generado nuestra
humanidad van de lo conocido a lo conocido, fijaos en la moda, cada cierto
tiempo se vuelve a llevar lo mismo o quizás algo nuevo, pero basado en lo
conocido antes y ahora.
Al principio los hombres nos perseguíamos a pie, luego
pasamos a perseguirnos a caballo, luego en coche y ahora por internet, ¿ha
cambiado algo en profundidad?, no. Esencialmente nos seguimos persiguiendo, por
consiguiente esto no es cambiar, si solo cambiamos las formas y no cambiamos
los contenidos, estamos igual, permanentes y aunque no lo pueda parecer,
sometidos a esta permanencia.
Está manera que tenemos de cambiar sin mover nada profundo,
es debida a la necesidad de estar seguros de que el cambio que vayamos a dar
será, rentable, seguro, productivo o a mejor, por lo tanto nos pasamos el
presente analizando qué posibilidades hay de éxito o fracaso antes de cambiar
nada, esto nos mantiene en una mirada hacia el futuro, por lo tanto fuera del
aquí y ahora, nos hace calcular un tiempo para ese cambio, cuando va a empezar
y cuando va a acabar el cambio, en consecuencia sumisión al factor tiempo y
luego a qué ritmo vamos a cambiar, sumisión a más tiempo y además se crea una
división entre el ahora y el mañana cuando todo haya cambiado, y ya sabéis, a
mayor división, mayor conflicto.
Si necesitamos estar seguros es porque estamos inseguros, y
eso que el cambio no va a ser profundo, al final todo se traduce en miedo,
miedo al fracaso, miedo al qué dirán de nosotros, miedo a equivocarnos, miedo a
cambiar. Entonces como tenemos miedo preferimos no cambiar nada y ¡Virgencita,
Virgencita, quédeme como estoy! Y así vivimos, ya cambiarán los otros. En
resumen, esta forma de cambiar formas y no contenidos es otro engaño de la
mente, que sustituye una barra de sala de fiestas por la misma barra, cambiando
de sala de fiestas.
El cambio que deberíamos hacer, según mi entender, es un
cambio profundo basado en la liberación de la mente, un cambio de lo conocido a
lo desconocido, no basado en analíticas de previsión, sin ningún objetivo
concreto más que el propio cambio, sin marcar ritmos, ni tiempos, ni metas.
Solo vivenciar la libertad de la mente ya produce un cambio, un vacío
extraordinario que nos enseñará la verdad.
No estoy hablando de una catarsis, eso sería un vaciarlo todo
para volver a llenar, pero cuando se vuelve a llenar solo se han cambiado las
formas, con lo cual no nos sirve para nada. Se trata de vaciar la mente de
todas sus perversas estrategias, de todos sus circuitos de dilemas, de todas
sus ilusiones e imaginaciones y de todas sus creencias, porque debajo de todo
este escombro está, la verdad, la paz y la felicidad.
Un cambio en el que aprendamos instante a instante, un cambio
sin rumbo y sin ruta, donde el camino sea el andar, el andar un sentir, el
sentir un comprender y el comprender un crear, en definitiva, un cambio
creativo hacia lo desconocido porque sólo así no habrá meta ni final.
Solo un cambio de este tipo nos alejará del miedo a vivir
limitados, nos hará ver que todo es un presente eterno porque habremos disuelto
el pasado y el futuro, con lo cual habremos trascendido el tiempo y la mente se
habrá trascendido a sí misma. ¿Os podéis imaginar vivir solo en un presente
eterno?, tiene que ser maravilloso experimentar que no hay un antes ni un
después sino solo un ahora, está experiencia nos cambiaría toda la perspectiva
sobre todos los conceptos que hemos adquirido durante generaciones.
Imaginaos por un momento que no tuviéramos mente, que la
mente fuera una entidad satélite de nuestro Ser y que tuviéramos que
conquistarla. De entrada no podríamos trazar ningún plan porque sin mente no
podríamos pensar un plan, ¿podríamos conquistar la mente sin pensar cómo,
cuando, en cuánto tiempo y para qué, sin tener mente? Parece imposible
ciertamente. Pero no lo es.
Tenemos un órgano muchísimo más potente que la mente, estoy hablando
del corazón estimados lectores, el corazón que debe ser nuestro propio sentir
es el que debe tomar la acción de la conquista por medio del Amor, el Amor que
no posee ambigüedades ni contradicciones, ni dilemas, ni ideas, ni condiciones
y que solo sabe amar es el Gran Conquistador de la Mente, es el que ha de
enamorar la Mente y hacerla suya.
Este es el gran cambio, ahora es al revés, ahora es la Mente
que tiene conquistado al Corazón, y con sus malabares lo tiene sometido al
desamor, al condicionamiento de sus sugestiones y lo tiene condenado al
sufrimiento. Sólo hay que darle la vuelta al calcetín y el cambió se dará. Sólo
el Corazón puede transformarlo todo, la Mente sólo juega a la seducción, el
Amor es el camino de nuestra salvación.
Para que se me entienda, no me estoy refiriendo al amor
convencional al que estamos acostumbrados. ¿Cuántos de nosotros estaríamos en
disposición de amar a nuestra expareja cuando ella ya no nos ama?, muy pocos de
nosotros. Me estoy refiriendo al Amor incondicional de Ser a Ser, solo ese es
el Amor que nos puede cambiar.
¡Recibid un conquistador saludo de Amor!
Sinoé Sácher.
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